CINCO EN EL CIELO..................de Edgar Rodrigues
Precediendo a la acostumbrada llamada, San
Pedro oyó un ruido diferente que denunciaba la llegada de una figura extraña a
su hábitat. Alguien marchaba en su dirección para presentarse: ¡SOY ADOLFO
HITLER! exclamó el recién llegado.
Buen fisonomista, San Pedro preguntó ¿Qué
haces aquí psicópata germánico? tu lugar está en el infierno... Mandaste quemar
libros y periódicos, instituir la censura a la imprenta, construir campos de
concentración, hornos para matar millones de seres humanos, invadir naciones,
transformando la Tierra
en un mundo de enemigos, en un mar de sangre ¡.Hombres como tú aquí no entran!
Más... San Pedro... argumenta el nazi con
cara de arrepentido: .en el infierno no me aceptaron. Mandé matar es cierto por
falta de valor de hacerlo con mis propias manos, mandé robar, destruir,
incendiar, pero que culpa tengo yo si me hicieron así, un psicópata.
Yo necesitaba autoafirmarme. Además el
hombre fue hecho a la imagen y semejanza de Dios. Y yo soy su obra también.
Nerón incendió Roma y está en el cielo, y yo respeté todas las iglesias, el
Vaticano, mis armas hasta fueron bendecidas por la Iglesia. Fue por eso,
que el .Diablo. No me quiso a su lado. Me expulsó con la marca de traidor, de vendido
a Dios, me llamó subversivo
Yo destruí pedazos de naciones, es verdad,
pero Dios. Con el diluvio ahogó todo el mundo, menos Satanás y Noé, que
escaparon en su arca...
No, adelanta disculpas: .tienes que regresar
para el reino del Belcebú, allá es tu lugar Adolfo Hitler!!
El Führer se aploma dentro de su uniforme
desabotonado, salpicado de sangre humana, toma posición de sentido y exclama
furioso: “para el infierno yo no voy”.
El Diablo puso en su zaga todos los judíos
que mandé quemar y estos valen más que el ejército nazi, las fuerzas SS, la Gestapo comandada por los
incompetentes Himler-Goering. tan revoltosos como los judíos estaban los
liberales, inventores, escritores famosos cuyos libros mandé quemar. Los
periodistas constituyeron un poderoso sindicato revolucionario. Tú sabes que yo
no paso esa gente. Son millones y millones que me denuncian y los tribunales
del infierno son peores que los de Franco o de Stalin, mi caro San Pedro.
En el auge de la discusión, por un lugarcito
en el “cielo”, San Pedro y Hitler no se dieron cuenta de la llegada de Benito
Mussolini, cargado de cartas pastorales, encíclicas y abajo firmados de la fina
flor de la Iglesia ,
todos dirigidos a San Pedro a favor del Duce.
En
conjunto, los documentos hablaban de Mussolini cuando estuvo exiliado en
Francia, de su socialismo, del regreso a la patria, a la Iglesia de Roma, del
Tratado de Latrón y de las fortunas colosales que doné al papado reconociéndole
jurídicamente el área territorial ocupada por el Vaticano como propiedad
intocable de la Iglesia.
Todo eso -afirman los obispos en coro- transformó a Mussolini
en uno de los nuestros, en un auténtico hijo de ‘Dios”, garantizándole un
cantito en el cielo. Eufórico con tantas recomendaciones le costó reconocer su
amigo Hitler. Y después de un rápido Heil Hitler” para prestigiar al aliado en
tantos crímenes, que se mostraba abatido con la resistencia de San Pedro lo
abrazó. Y después de un breve silencio, Benito se justifica delante del amigo:
yo tenía que haber llegado primero para esperarte, pero el papa insistió en
reunir su alto comando para recomendarme a San Pedro.
¿Sabes quién no tarda en llegar aquí Adolfo?
¡No! Dice Hitler más tranquilo y confiado en la ayuda de Mussolini — al fin y
al cabo el Duce le debía mucho fueron sus ejércitos y la Gestapo que lo sacaron de
varios problemas, de la muerte cierta-Es el camarada” Stalin. Y mientras San
Pedro revisaba las firmas de los documentos de Mussolini, Stalin se aproximó al
grupo que lo recibe con sorpresa: ¿tú también por aquí? ¿El “Diablo” no te
quiso en el infierno? pregunta Hitler. “Nosotros -se refería a
Mussolini- matamos millones de personas — en
el decir de San Pedro- destruimos, incendiamos y desencadenamos un gran
pillaje, y yo, además, te engañé con aquel tratado de No Agresión, confundiendo
algunos de los émulos de todos los partidos comunistas” llegando a distribuir
propaganda del “Nacional Socialismo, pero tú, camarada Stalin, no hiciste nada
más que defender el paraíso de los pobres, que yo en mala hora mandé a invadir.
Además eres “ateo, revolucionario, contra los poderosos un defensor” del
pueblo, un “trabajador” dirigiendo un país de los trabajadores.
En esto Mussolini entra en la conversación
para decir: Yo sé que invadí la
Abisinia , maltraté al Negus y su pueblo, pero mi caro Adolfo
¿tú te olvidaste que el camarada Stalin invadió Finlandia, compartió contigo en
la división de los territorios de Polonia, anexó la Letonia y la Lituania , cuyos pueblos
dominó con mano de hierro? Que impuso el comunismo en Tcheco-Eslovaquia, en
Hungría, en Rumania, en Yugoslavia, Albania, Bulgaria y en parte de tu pobre
Alemania?
Delante de las fanfarronadas del Duce,
Stalin confesó: “eso es verdad pero lo que más indignó al Diablo fue la infeliz
idea de la construcción de 500 campos de concentración, de los manicomios
políticos y del MURO DE BERLÍN.
En este darle a la lengua de
Hitler-Mussolini-Stalin, San Pedro acabó
dándose cuenta que el Diablo no era tan malo como lo pintaban y ya se disponía
a intervenir en la conversación de los tres amigos cuando el mariscal Josef
Stalin se presentó pidiendo un lugar para reposar su cabeza, cansada de tanto
pensar por los “comunistas” de todo el mundo. Antes de responder San Pedro
quiso saber que había sucedido con Salín en el infierno, pero Hitler avanza con
la intención de confundir al viejito y exclama: vamos a hacer las paces
camarada Stalin. Nosotros tres fuimos héroes y cobardes, justicieros e in
justiciados y el pueblo pregunta todavía como - - - -morimos.
Entrando en la conversación de los amigos San
Pedro vuelve a preguntar al camarada Stalin porque no lo quisieron en el
infierno.
El primero a mostrarme la puerta de la calle
-dice el camarada Stalin- fue el anarquista de barbas patriarcales, el príncipe
Kropotkin, seguido por el escritor Máximo Gorki . Furioso como nadie estaba
Néstor Makno, anarquista campesino, y los trabajadores que la Tcheka fusiló. León Trotsky
y sus seguidores muertos en España también salieron detrás de mí.
A esa altura Benito interviene para decir:
“tú también te fuiste a mandar a matar a Trotsky con un pico en México. ¡Eso es
acaso instrumento de matar a alguien en pleno siglo XX!
El mariscal
-que parecía ajeno a la crítica de los amigos- se quejó de haber abandonado el
seminario para dedicarse a los trabajadores y el diablo lo llamó imperialista,
¡como si fuera un yankee!
San Pedro no
sabía que más decir, pero así mismo repitió: “¡Comunistas aquí no entran! Venga
acá camarada San Pedro- atajó mansamente Stalin
¿por qué es que yo no puedo entrar en el“cielo”,¿si Lenin está contigo?
Yo sé que Máximo Gorki lo bautizó de San Lenin, pero Julián Gorki también me
promovió a San Stalin.
Hitler, más
tranquilo, rompe el silencio para avisar a los tres amigos que venía llegando
Oliveira Salazar.
Como el Tipo
quedó abatido con aquel finiquito que acabó por matarlo admitieron todos. Sea
bienvenido compañero, dijo Mussolini. Tú no podías quedar en el “infierno. Fuiste
de los más beatos que yo conocí, de los primeros en firmar el “Tratado de
Latrón, la Concordata
con la Santa Sede ”
y genial prestigiador del mayor invento del siglo 20, ¡¡La “Señora de
Fátima”!!!
Y antes de que
la conversación se prolongara, San Pedro preguntó ¿Por qué no?
Quedaste con
tu amigo Humberto Delgado en el “Infierno”. Con los anarquistas que mandaste a
matar en el Tarrafel: Mario Castellano, Arnaldo Simoes Januario (tu ex barbero
en Coimbra) Abilio A. Belchor y Pedro M. Filipe? ¿ Y los asesinados en las
prisiones de Timor , Cabo Verde,
Mozambique, Angola, Guinea, Angra del Heroísmo, en los antros de la PIDE , en las prisiones de
Peniche, Caxias, Trafaria, Coimbra y aquellos otros que mandaste a morir en
casa?
Al oír
esto Hitler, Mussolini y Stalin-
quedaron sorprendidos con los conocimientos de San Pedro, y pensaron con sus
botones, este viejito tiene una policía secreta muy buena. Sólo Salazar no
estuvo de acuerdo y dijo rápidamente: “apuesto que quien le contó todo esto fue
el general Carmona y los incompetentes de la PIDE. Carmona nunca
hizo otra cosa en la tierra lusitana además de adular, sólo sabía hacer eso...
En ese momento
el camarada Stalin se desahogó :Cunhal ya había denunciado eso y yo no le
creí...
Hablando los
dos al mismo tiempo Mussolini y Hitler—
expresan sus agradecimientos al gran aliado que fue Salazar y concluyen:
“copiaste mucho de nuestra policía, de nuestros métodos de censura a la
imprenta, impusiste el partido único e impusiste el slogan ‘quien no está
conmigo está contra mí.”
Ahí el
camarada Stalin protestó: Quien primero puso en práctica ‘esa regla’ fui yo,
sin que el Tipo se diera por conocido. Salazar se limitó a sacar de la casaca
negra un memorial lleno de firmas, teniendo en primer lugar la del cardenal
Manuel G. Cerejeira, viejo amigo, compañero de habitación de los tiempos de
estudiante. Antes, entretanto, el viejo San Pedro quiso saber alguna cosa más.
“Venga acá mi ultrapasado economista: ¿Por qué no te quedaste en el Infierno?
Tú eres solterón, sacrificaste al pueblo portugués durante 40 años, te
revelaste como un imperialista de primera, que más quería el diablo. Sin forma
de explicar, Salazar se desahogó: Satanás me recriminó haber matado
anarquistas, perseguido a los liberales e inventado Fátima.”
Mientras que
el “Tipo” le rendía cuentas a San Pedro, Hitler, Mussolini y Stalin, avistaron
el generalísimo Franco que se venía arrastrando y exclamaron en coro:-¡¡¡Mira
quién viene allá con el birrete metido hasta las orejas!!!
En ese momento
el generalísimo Franco, que tenía oídos de tísico se volteó para San Pedro y
preguntó. “¿está hablando de mí viejito? Y concluyó con tono amenazador en
España fusilé más de un millón de subversivos, todos con armas bendecidas por la Iglesia y ¿todavía vengo a
encontrar discordantes aquí? El comportamiento del generalísimo llegó a asustar
a los amigos, que luego percibieron que el caudillo no reconoció a San Pedro.
Rehecho del
susto, San Pedro se volteó hacia el generalísimo Franco y preguntó: ¿por qué el
“Diablo” te corrió del infierno?
Quién me puso
fuera fue el poeta García Lorca, B. Durruti, Ascaso y otros libertarios, que
los empleados del camarada Stalin mataron y yo fui quién llevó la culpa. Y
Picasso me acusó de responsable por el bombardeo de Guernica y del envio de un
BARCO CARGADO DE BARRAS DE ORO a Rusia a cambio de unas pocas armas anticuadas,
cuando el gobierno de Negrín fue quien hizo eso... A1 oír el desahogo, Salazar
balbució: ¿entonces es por eso que el DOCTOR CUNHAL nunca trabajó?. ¿Qué es lo que esos gallegos están diciendo?
ataja el mariscal Stalin
Irritado. Pero
el Duce, que se mostraba conciliador, pidió calma y recordó que el caudillo
tenía el derecho de defensa ante San Pedro.
Hombre de
grandes decisiones, el generalísimo continuó: El Diablo protestó contra el
GARROTE VIL y consideró un desafió a la miseria la construcción del Valle de
los Caídos.
Por fin
hicieron las paces, fueron todos aceptados en el cielo, y allá están hasta hoy.
(Articulo extraído
de ORTO, Revista cultural de ideas acratas. Nº 127)
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